DON DUARTE MENESES, EN MEDIO DE SUS JUVENILES AÑOS, EMPEZÓ SU GOBIERNO ADMINISTRANDO CON TEMPLANZA Y PRUDENCIA , PROCURANDO CONOCER EL GRAVE PESO QUE SOBRE SUS HOMBROS HABIA ECHADO EL DEBER; INVESTIGABA POR TODO MEDIO EL MODO DE SUSTENTAR MEJOR LA PLAZA QUE SE LE HABIA ENCOMENDADO, Y CAPTARSE LA BENEVOLENCIA Y RESPETO DE SUS DEFENSORES.
LA MORISMA, Á CUYA NOTICIA LLEGÓ LA PARTIDA DEL CONDE GOBERNADOR, COMBATIÓ SUS TEMORES CONVIRTIÉNDOLOS EN ESPERANZAS. ENTRABA EN LA PLAZA CASI DIARIAMENTE, EL ALFAQUEQUE CIDEMUS, COMISIONADO PARA EL RESCAE DE ESCLAVOS, Y ESTE OBSERVÓ QUE LOS PORTUGUESES SE HALLABAN TRISTES POR LA AUSENCIA DE D. PEDRO. JUZGÓ CIDEMUS QUE EL SENTIMIENTO QUE OBSERVABA ERA HIJO DEL MIEDO QUE SE HABIA DESARROLLADO EN EL ÁNIMODE LOS CRISTIANOS, POR HABERSE AUSENTADO SU VALEROSO CAPITAN.
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